viernes, 12 de agosto de 2011

Chau.

A esos colores amarillos y pasteles que tanto me empalagaron. Al timbre cantarín. A la canilla con forma de sapo del balcón que supo ser mi favorita desde que tenía 10 años y jamás fue destronada. Al piso de madera brillante porque a mi mamá no le entendieron cuando pidió mate. Al zócalo del lado izquierdo de la puerta de nuestro baño en el cual, cuando llegué y me sentía una pandillera del bronx, tallé un elocuente "meli was here" (lo creí bien oculto y mi mamá lo descubrió a los cuatro días). A la calle de los árboles. Al tachito tecnológico. A la puerta para el voyeur con el vidrio traslúcido.
A las noches en vela hablando por teléfono en el recoveco mínimo entre mi cama y la ventana. A las noches en vela llorando en ese mismo recoveco. A los novios que venían a ver tele en el cuarto compartido. A las películas en el living con el reflejo del balcón que implicaba muchas maniobras para encontrar el lugar perfecto.
A los vecinos, a Ricardo. Al guardia amigo, al romántico, al dormilón, al amargo, al servicial. A no bajar a abrir nunca la puerta. Al ascensor y su puerta fallada. A la puerta verde. A las llaves gigantes de la puerta verde. A la baulera.
A la pileta, a las tiradas a la misma inventadas con bel. Al tutti frutti tramposo en el living y en la cocina ("yo escribo en el living porque sino se copian de mí", decía papá para poder hacer trampa tranquilo). A las luces quemadas. A las horas de charlas con amigas en el living. A la biblioteca benefactora que siempre nos esperó con algún libro interesante .
A los momentos horribles, los llantos inconsolables y la angustia desesperante. Al miedo a la noche. A los días en que este dejó de ser nuestro espacio y se volvió uno ajeno, feo, deprimente.
A los cumpleaños en la mesa del living todos apretados. A las navidades y año nuevos en la mismísima mesa. Al lavadero con vinos que jamás tomamos. A las salidas del mismo al balcón por la ventanita y no por la puerta.
Al fin de la primaria, la secundaria, la facultad, las facultades. A los primeros desamores, a los segundos, a los terceros. A las plantas marchitas.

A mi casa. Chau, casa.

3 comentarios:

Matias Berrondo dijo...

Después, en los sueños, la casa en que uno está es siempre la casa de la infancia.
Yo sigo soñando con esa casa aunque me mudé hace unos 12 años.

Somos nostálgicos por naturaleza?

=/

Saludo!

Vicu dijo...

Yo voy a extrañar Disney, pero me cabe que haya un Disney Animation Festival más cerca de casa.

Anónimo dijo...

Me gustó mucho, me hizo acordar a cuando me mudé yo. No quiero ni pensar en cuando me vuelva a mudar para irme sola, ay ay ay