Cuando uno es chico -o un poco más grande pero tiene la posibilidad de no tener que trabajar en verano- además de contar con el inigualable beneficio de tener tiempo de descanso en cantidades industriales, cuenta con un valor agregado difícil de superar: en período vacacional, los domingos son tan domingos como los lunes son jueves.
Las siete de la tarde no son la angustia de nadie: algunos recién vuelven de la playa, otros recién se levantan, quizás un par mira tele en su cuarto. Pero nunca, jamás de los jamases (o eso indica la teoría), alguien se deprime un domingo de vacaciones.
El problema de todo esto viene cuando uno efectivamente está gozando de su aún inconcluso período "panzarriba" y llega un día en que dice "Uh, che, creo que hoy es domingo", va corriendo a fijarse al calendario y sí, como una trompada, "estás en el primer día de la semana, piba".
Y bien agarradita de la mano de ese cachetazo llega la angustia. Empezar a sentir el peor día de la semana es la prueba irrefutable de que todo concluye al fin, nada puede escapar. El ataque "no-puedo-creer-cómo-pasa-el-tiempo-ayer-estábamos-festejando-navidad-y-empachándonos-con-turrón" no se hace esperar y así, la depresión nos sume en un pozo cada vez más profundo.
¿Todo esto a qué vino? A que hoy, queridos (y aún escasos) lectores, he padecido mi primer día D. Si bien es cierto que por cuestiones burocráticas mis vacaciones se extienden un mes más, el encantamiento está llegando a su fin, la carroza ya es calabaza y los caballos están volviendo a ser ratones.
Como pensé y pensé pero muchas soluciones no se me ocurrieron, supuse que compartir mis desdichas podría llegar a resultar fructífero. Por eso, en una especie de terapia grupal, vengo a contarles mi angustia y a pedirles su colaboración en la causa. Espero con brazos abiertos de madre a aquellos que hayan comenzado a padecer el desencanto en el que yo me veo inmersa. Todos sus comentarios, anécdotas, apreciaciones y sugerencias son siempre valorados.
Y a aquellos que aún puedan disfrutar de semanas de seis días sólo me resta decirles: enjoy, lucky bastards.
Las siete de la tarde no son la angustia de nadie: algunos recién vuelven de la playa, otros recién se levantan, quizás un par mira tele en su cuarto. Pero nunca, jamás de los jamases (o eso indica la teoría), alguien se deprime un domingo de vacaciones.
El problema de todo esto viene cuando uno efectivamente está gozando de su aún inconcluso período "panzarriba" y llega un día en que dice "Uh, che, creo que hoy es domingo", va corriendo a fijarse al calendario y sí, como una trompada, "estás en el primer día de la semana, piba".
Y bien agarradita de la mano de ese cachetazo llega la angustia. Empezar a sentir el peor día de la semana es la prueba irrefutable de que todo concluye al fin, nada puede escapar. El ataque "no-puedo-creer-cómo-pasa-el-tiempo-ayer-estábamos-festejando-navidad-y-empachándonos-con-turrón" no se hace esperar y así, la depresión nos sume en un pozo cada vez más profundo.
¿Todo esto a qué vino? A que hoy, queridos (y aún escasos) lectores, he padecido mi primer día D. Si bien es cierto que por cuestiones burocráticas mis vacaciones se extienden un mes más, el encantamiento está llegando a su fin, la carroza ya es calabaza y los caballos están volviendo a ser ratones.
Como pensé y pensé pero muchas soluciones no se me ocurrieron, supuse que compartir mis desdichas podría llegar a resultar fructífero. Por eso, en una especie de terapia grupal, vengo a contarles mi angustia y a pedirles su colaboración en la causa. Espero con brazos abiertos de madre a aquellos que hayan comenzado a padecer el desencanto en el que yo me veo inmersa. Todos sus comentarios, anécdotas, apreciaciones y sugerencias son siempre valorados.
Y a aquellos que aún puedan disfrutar de semanas de seis días sólo me resta decirles: enjoy, lucky bastards.
1 comentario:
que las personas que trabajamos los domingos (por más pocas que seamos) no tenemos domingo propiamente dicho, como dios manda. es un domingo productivo, cosa rara, yo me gano una poncha de pesos al menos. la contracara es que tengo que lidiar con una cantidad -no menos poncha- de seres intolerables. y así. salú. viva perón.
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