Cualquiera podría pensar que siendo tan viejas conocidas ya puedo manejarte con altura, pero no. No sé si será tu exceso de astucia o mi falta de capacidad, la cuestión es que caí una vez más.
Me sorprende cuán mínimo puede ser el factor que gatilla el caos ansioso. Momento inicial: tranquilidad, un fin del fin de semana como cualquier otro. Segundos más tarde: la bajada de la montaña rusa, el juego de caída libre del Parque de la Costa, un avión despegando, escuchar mi apellido cuando espero para rendir un final.
Llegaste y te instalaste, traviesa y escurridiza. Ahora tengo que manejarte.
Una amiga me dijo que ella, para apalearte, bailaba. Otro me sugirió que escriba todo lo que gritaría a aquel/aquello que me genera este estado y lo mande a un destinatario neutral.
Grooveshark, canción moderna y a destinatarios neutrales lo siguiente:
No. No da. It doesn't give, baby.
Las reglas eran claras: nos vemos pocas veces, hablamos sólo lo indispensable así nuestras neuronas no perecen en el intento, bailamos -porque es un lenguaje más universal-, nos reímos de nuestras diferencias y qué bello ha sido conocerte, cada uno sigue su camino.
Nunca dijimos que valían los regalos y los chistes internos. Inventar un idioma mitad y mitad tampoco se podía. Nadie te dijo que podías decirme que me ibas a extrañar mientras miraba por la ventana de Río. Nadie te dejó contarme tu vida entera mientras miraba por la ventana de Almagro.
Estaba claramente establecido: lo nuestro era el acontecimiento, no la duración.
Vos no hiciste caso. Pero no te preocupes, viste que yo soyun poco bastante apegada a las reglas. Por suerte las leí de nuevo.
Las reglas eran claras: nos vemos pocas veces, hablamos sólo lo indispensable así nuestras neuronas no perecen en el intento, bailamos -porque es un lenguaje más universal-, nos reímos de nuestras diferencias y qué bello ha sido conocerte, cada uno sigue su camino.
Nunca dijimos que valían los regalos y los chistes internos. Inventar un idioma mitad y mitad tampoco se podía. Nadie te dijo que podías decirme que me ibas a extrañar mientras miraba por la ventana de Río. Nadie te dejó contarme tu vida entera mientras miraba por la ventana de Almagro.
Estaba claramente establecido: lo nuestro era el acontecimiento, no la duración.
Vos no hiciste caso. Pero no te preocupes, viste que yo soy
(Y a vos, ansiedad, que debés haber mirado con ojos curiosos toda esa cursiva que no te incumbe: no creas que un pequeño triunfo te hace ganar una batalla porque el único fin de esta cruzada es aniquilarte).